jueves, 5 de noviembre de 2009

Hacia el modelo italiano

Éstas son unas reflexiones de Albert Recio en "Mientras tanto". He seleccionado una de las partes que me parece de particular interés. La cuestión es si el destape de la corrupción generalizada (o muy extendida, para ser más precisos) es el comienzo de una regeneración de la política española o, por el contrario, el principio de la berlusconización de la misma.

Parece, no sé si me equivoco, que está escrito en clave electoral... más en qué podemos hacer ahora mismo con la política realmente existente que en cómo construir otra cosa radicalmente diferente. Pero, a pesar de posibles desacuerdos, me parece que contiene muchas cosas valiosas y que puede ser, además, interesante reflexionar sobre él y... criticarlo desde lo que se comparte.

(Perdonad que no esté muy escribidor y mis últimas entradas son más bien inclusión de artículos interesantes... pero así están las cosas... Y, de todas formas, tampoco creo que esto lo lea mucha gente).

Este es el texto:

"Estamos ante una situación realmente peligrosa. E Italia vuelve a ser un espejo en el que mirarse y reflexionar. Allí la crisis de Tangentópolis lejos de traducirse en una regeneración de la política abrió el paso al berlusconismo y la crisis de la izquierda. En una sociedad con tanta incultura política como la española, con un tan claro predominio de medios de propaganda más que de comunicación, con una malla tan debilitada de instituciones intermedias, el fantasma del populismo está a la vuelta de la esquina. No hace falta que alcance una elevada movilización, le puede bastar para imponerse el complemento de la apatía política de muchas personas desencantadas. Y detrás del populismo está la combinación de demagogia, autoritarismo y corrupción que puede convertirse en endémica.
Es hora de levantar un movimiento social que genere otro discurso y otra política.  Difícilmente procederá de los partidos, la mayoría inmersos en su propio autismo y sus inercias. Incluso el conglomerado Izquierda Unida-Iniciativa Verds, el único que no ha sucumbido a la atracción fatal del mercado corrupto, está demasiado inmerso en sus propias dinámicas (la defensa de las esencias y el burocratismo de unos, o la pelea fratricida y un cálculo político a menudo más pendiente de alianzas institucionales que de otra cosa) como para pensar que esté en condiciones de liderar una propuesta de cambio. Hay que partir del supuesto de que dependemos de nuestras propias fuerzas, las de todas aquellas personas que aspiramos a que la acción política sea fundamentalmente defensa de los intereses públicos, las de quienes consideramos que el enriquecimiento no es la razón fundamental de nuestra vida social, las de los que aspiramos a una democracia realmente participativa, deliberativa e inclusiva, las de quienes exigimos que se controlen los desmanes que unos pocos realizan a costa de la mayoría.
Es hora de que esta legión de activistas y personas de buena fe hagan oír su voz, generen una presión sobre quienes aspiran a ser representantes y exijan cambios, pues la movilización social también influye en los comportamientos individuales (por eso el individualismo anómico es tan funcional al neoliberalismo) y la creación de actitudes morales no es ajena a la forma en que somos vistos, criticados, valorados por nuestro entorno. Las transformaciones suelen surgir cuando la realidad social las hace inevitables.
Hay que ser capaces de superar sectarismos y buscar un espacio común que permita cuanto menos introducir algunos elementos de regeneración social. Y mi modesta sugerencia es que éstos no sólo tienen que pasar por exigencias de moralidad pública (insoslayables), de reformas en la esfera política (trasparencia, limitaciones al gasto electoral, financiación de partidos....), sino también por cambios en la esfera económica. Tanto en el funcionamiento del sector público como en la orientación de la actividad productiva. Porque mi hipótesis de partida es que el mismo modelo que nos ha conducido a la crisis y la incertidumbre actuales está en la base de la epidemia de corrupción que se hará endémica… si seguimos prefiriendo ser críticos de sillón antes que modestos activistas por el cambio social."