domingo, 26 de julio de 2009

Nuevo impulso del Yo, conquista del alma y derrumbe social y moral (Ramón Fdez. Durán)

Ya he vuelto de vacaciones. De momento no tengo muchas ganas de escribir aquí... ni mucho tiempo, pero este fragmento de un futuro libro de mi querido y admirado Ramón me parece un buen regalito para retomar el blog. Una parte aún mayor del libro podéis encontrarla en http://eutsi.org/kea/control-social/espectacular/tercera-piel-sociedad-de-la-imagen-y-conquista-del-alma-por-ramon-fernandez-duran.html ... y a esperar a que salga el libro completo. Besos a manta.



En el siglo XX, sobre todo en su segunda mitad, y muy especialmente en los últimos treinta años, hemos asistido a una nueva y apabullante reafirmación del Yo. A lo largo del libro ya hemos visto los distintos saltos en el reforzamiento del Yo en el trascurso de la Historia, pero un salto como el que se ha dado en las últimas décadas, podemos seguramente afirmar que nunca había tenido lugar con esa rapidez, esa intensidad y ese alcance global. Ha sido un salto verdaderamente cualitativo. Como nos dice Boff (2002) al ser hu­mano (post)moderno le ha entrado el complejo de “Dios”, es más, se está comportando casi como si fuera “Dios”. Un “Dios” todopoderoso, y sobre todo, por en­cima del bien y del mal. Y no sólo porque a través de la tecnociencia (y en especial del uso indiscri­minado de energía) pensase que lo podía conseguir todo, sino porque, y principalmente, ha desarro­llado un individualismo narcisista y posesivo, sin parangón, y un fuerte hedonismo insolidario. Esta sería la fotografía que definiría a los individuos de las clases medias-altas del mundo entero, que miran hacia arriba para parecerse a los verdaderamente poderosos, y a los que admiran e intentan asimismo imitar las amplias clases medias de todos los lugares, así como los que centenares o miles de millones de personas en el mundo de explotados y desposeídos que querrían también reencarnar­se en ellos, pues es el deseo que les suscita y les vende la Aldea Global. Pero este aprendiz de “Dios”, es un pobre “Dios”. En realidad, lo que es, es un Don Nadie, un espíritu fracturado, defini­do por su carácter como consumidor insaciable, así como espectador pasivo de una realidad que le supera y que no entiende, cuya principal libertad es la del mando a distancia, sin ningún sentido del bien común, y que solo defiende sus propios intereses particulares. Pero este nuevo “Dios” poten­cial sí ha conseguido una cosa, y es que nuestro Yo más íntimo se haya convertido en capitalista (Petit, 2008). El capitalismo, y especialmente sus valores, han penetrado hasta en lo más hondo de nosotros mismos. De esta forma, este proceso de feroz individualización, es una individualización fuertemente negativa, para nada liberadora, y con profundas consecuencias sociales.
Toda la vida pues está siendo afectada por la lógica del capital. Sufrimos una fuerte alienación, de la que ni siquiera somos conscientes. La Sociedad de la Imagen y el Ruido nos lo impiden, al tiem­po que nos embriaga y nos atonta. La conquista del alma se ha ido produciendo casi sin resistencias y sin darnos cuenta. Las estructuras de poder han logrado “reducir nuestras cabezas” (Dufour, 2003). Pero no ha sido por casualidad. Mantenemos nuestra atención constantemente centrada fuera de nosotros, devorando imágenes y atolondrados por el ruido continuo. No hay silencio casi en nin­gún sitio, y sobre todo en nuestro interior. Y esta falta de paz interior es consecuencia de la adicción de nuestras sociedades a la Realidad Virtual, que no solo provoca depresión larvada, pereza y abu­lia, sino que la inmadurez, asociabilidad, frustración y violencia que su mensaje difunde es germen de todo tipo de comportamientos patológicos. Además, eso genera unas estructuras mentales en las nuevas Sociedades de Masas del capitalismo tardío que se asemejan a las de un niño de dos años, pues les hace exigir gratificación inmediata a sus deseos, so pena de caer en la frustración. Son pues sociedades que no tienen ninguna conciencia de la existencia de límites, y por supuesto ninguna re­flexión acerca de los condicionantes y limitaciones ecológicas a nuestra existencia. Pero, es más, las nuevas generaciones no distinguen la ficción de la realidad, pues se han “educado” absolutamente inmersos en la realidad virtual, lo que está provocando una ausencia de sentido cada día mayor en nuestras sociedades. Se ha perdido prácticamente el sentido de la existencia humana.
Además, los niños de nuestras sociedades “avanzadas” lo quieren todo y de inmediato, y tampoco les gusta compartir lo que tienen. Parece que muchos de ellos lo tienen “todo”, pero no tienen ni te­rritorio ni autonomía propia, debido a la degradación y pérdida del espacio público urbano-metropo­litano. El espacio de la ciudad tradicional en que antes se socializaban más o menos autóno­mamente les ha sido robado, y ahora se enganchan a la televisión y a Internet. Se dice que actúan como pequeños dictadores o emperadores en un mundo en que parece que no existen límites. Es normal, aprenden (poco) de los nuevos aprendices de “Dioses” que son sus mayores, algo (tendien­do cada vez a me­nos) de un entorno educativo degradado y cada vez más mercantilizado, y sobre todo mucho de los valores que trasmite la realidad virtual (la publicidad –incluida la publicidad in­fantil-, los Reality Shows, los Operación Triunfo y Fama, y los video- juegos). ¿A quien pues le pue­de extrañar el progresivo derrumbe social y moral de nuestras sociedades?
La atomización social es cada día mayor, y la anomia también, sobre todo en las metrópolis. Se han desarticulado en muy gran medida las redes comunitarias de relación social, especialmente en los espacios altamente urbanizados. Lo cual ha agravado la soledad. La nueva Sociedad de Masas es una muchedumbre solitaria. Y hay un creciente malestar social en la Sociedad del Bienestar en cri­sis. Un malestar social difuso que ya venía incubándose cuando ésta estaba en su apogeo, pero que ahora está estallando en su declive. Pero ese malestar se quiere psicologizar e individualizar como forma de despolitizar y desocializar el sufrimiento, al tiempo que se intenta tratar con psicofárma­cos creando una sociedad medicalizada. Y el individuo perdido en la muchedumbre solitaria, vaga sin identidad propia (autónoma) entre la Segunda y la Tercera Piel, a pesar de su paradójico fuerte sentido del Yo. La razón es que su “identidad” está cada día más heterodeterminada por la Sociedad de la Imagen. Y es por eso también por lo que para subsistir en este mundo sin sentido desarrolla mecanismos como el cinismo y el oportunismo sin límites para poder sobrevivir. O bien se mete de lleno en el mundo del Deporte Espectáculo, para poder disfrutar de una identidad colectiva y sentir­se miembro de una “comunidad”. Además, es la única “realidad” que puede llegar a conocer y do­minar, pues la Realidad real es tremendamente compleja y hecha a propósito ilegible, y es esta otra “realidad” (la del Deporte Espectáculo) la que le puede permitir socializarse y comunicarse con otros congéneres, en general masculinos. Incluso saltándose barreras de clase.
Pero una parte cada vez mayor de la sociedad cae en la depresión y la ansiedad, sobre todo los más frágiles económicamente y en especial las mujeres. En el escalón social más bajo, los “sin te­cho”, la disolución de lazos sociales es prácticamente total y la vivencia de su condición extrema es fuertemente individual. En este sentido, será muy difícil ver a un “sin techo” interesándose o movi­lizándose por el Real Madrid, Fernando Alonso o Rafa Nadal. La conciencia de su cruda “realidad real” le aleja absolutamente del glamour de la “realidad virtual”. Pero también incide sobre una par­te cada día mayor de la sociedad “normalizada” la progresiva corrosión del carácter provocada por una flexibilidad y precariedad laboral cada vez mayor, que anula cualquier fijeza y estabilidad y que es germen de todo tipo de ansiedades (Sennet, 1999). Todo lo cual acentúa la posibilidad de actitu­des patológicas o violentas, en especial la violencia gratuita en ciertos sectores juveniles. Sobre todo por las frustraciones que provoca también el abismo entre las aspiraciones a las que induce el men­saje mediático y las posibilidades reales para una parte importante de la población de poder plas­marlas en la práctica. Y hasta empiezan a desarrollarse cada vez más la violencia hacia los mayores dentro de las familias por parte de estos jóvenes “rebeldes”, o hacia el profesorado dentro de las au­las, aparte de hacia los más débiles dentro de los propios alumnos. Agresiones que se graban en los móviles y se cuelgan en la red, para pavonearse y divertirse. En definitiva, es una violencia nihilista y sin sentido, una expresión más de una sociedad enferma y que ha perdido el rumbo.
De esta forma, el derrumbe de nuestras sociedades no es sólo social sino también moral, pues am­bos planos se retroalimentan mutuamente. Se va imponiendo así el sálvese quien pueda, actuando abiertamente lo peor de ese nuevo Yo hiperreforzado, y al mismo tiempo roto. “Después de mi el di­luvio”, es su lema. Y la corrupción se convierte en la ma­nera más rápida de conseguir lo que se pre­tende, o nos hacen pretender. El capitalismo tardío se sustenta en un mar de pequeñas corrupciones sociales, en una verdadera ruina moral generalizada en el ámbito de lo público, aparte de por su­puesto en la Gran Corrupción cada vez más institucionalizada. Además, nadie tiene la culpa de que el mundo se haya convertido en algo tan complejo, pues como dice Fdez Liria (2008): “Todo el mundo llama por el móvil y todo el mundo revienta el Congo (de donde se extrae el Coltán para fa­bricarlo)”, sin violar mandamientos. Pero “por muy complejo que se haya vuelto en este mundo dis­tinguir entre el bien y el mal, hay una cosa que seguro que es mala, y esta cosa es, nada más y nada menos, el hecho mismo de que exista un mundo así”. Pero es esta realidad perversa la que es un verdadero “Pecado Estructural”. De esta forma, el retroceso intelectual y humano de las sociedades tecnológicamente avanzadas es patente, lo cual hace avanzar también el irracionalismo colectivo, y el nihilismo social, en la sociedad postindustrial de masas.
Pero menos mal que todavía hay resistencias y que aún se preservan espacios donde imperan (aunque contaminados) otros valores. Si no, el capitalismo tardío se habría ya autodestruido por su incapacidad de reproducción social. En los ámbitos privados de convivencia y relación todavía sub­sisten en gran medida la lógica del cuidado, del afecto, de la comunicación personal, así como en los microespacios de vida comunitaria. La familia, una institución en crisis, está actuando cada vez más como el verdadero “Estado del Bienestar”, pero a costa del trabajo fundamentalmente de las mujeres, y sobre todo de las mujeres del Sur Global en el Norte rico, así como de los chantajes emo­cionales sobre las mismas. Son por tanto las mujeres las que prioritariamente están haciendo frente y soportando el derrumbe social y moral del capitalismo global. Como nos dice María Novo (2007), las mujeres son las grandes disidentes de los valores (no liberadores) de la Modernidad y Postmo­dernidad. Eso sí, muchas veces sin saberlo y hasta, en ocasiones, sin quererlo. Aunque también mu­chas personas se están cuestionando toda esta sinrazón, y buscan la espiritualidad perdida en la espi­ritualidad oriental, p.e., sobre todo en los últimos treinta años. Y, asimismo, se dan igualmente otras resistencias de carácter más político de las que hablaremos más adelante en el li­bro.

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