viernes, 3 de abril de 2009

Cómo avanzar en esta situación de crisis (I)

Esto no va a ser muy sistemático, aunque procuraré que no sea demasiado desordenado. No sé si va a sustituir a las "lecciones de contralógica" que prometí, pero espero que sí.

Lo primero que se me ocurre es que tenemos que defender la democracia, que tendremos que salir a la calle a defender la democracia y la libertad. Y no me refiero sólo ni principalmente a la democracia representativa establecida... sino a la democracia, al empoderamiento colectivo, a la participación...
Por una parte, una de las salidas posibles a la crisis pasa por la reducción, aún más, de la participación popular a una mera cáscara vacía. Tal vez no nos encontremos de nuevo con formas fascistas clásicas, pero, estoy convencido, sí con ataques reales a la democracia. Sin tocar las constituciones formalmente, utilizando más y mejores formas de manipulación, generando inseguridad y utilizando el miedo a la misma, reforzando los discursos populistas, salvadores, nacionalistas, etnocéntricos...
De todas formas, el terreno está más que abonado: todo es partidismo y electoralismo, las estructuras de los partidos son cualquier cosa menos democráticas, el miedo es relativamente fácil de contagiar... y el capitalismo lleva mucho tiempo haciéndonos cómplices, corrompiéndonos, ahogando todos los valores y actitudes que tienen que ver con la compasión, el cuidado, la solidaridad...
Lo que quiero decir es que van a intentar (están haciéndolo ya) profundizar en la fórmula "democracia aparente, dictadura real"... para poner todo el aparato del Estado al servicio de las minorías (ínfimas) especuladoras.
Por otra parte, esto puede compaginarse con dotar a las instituciones financieras y a las grandes multinacionales de "poderes políticos" no sólo indirectos, sino directos. Algo así como un proceso de feudalización, de cesión de poderes desde el estado a los nuevos señores feudales.
Esto no es ninguna predicción de futuro: los bancos ya tienen poder para hacer dinero (no papel moneda, pero sí dinero financiero), hay ya multinacionales que explotan cárceles y ejércitos privados, hay paraísos fiscales (y van a seguir ocupando un papel central en la situación) que escapan a la "autoridad" de los gobiernos "democráticos"... y todo ello sin hacer referencia a que la desregulación laboral y la privatización no son, en el fondo, sino cesiones del poder elegido, mal que bien, a las corporaciones privadas (el poder real no elegido).
Creo que cualquiera que haya estudiado algo de feudalismo percibirá, por debajo de las nuevas formas, un avance en los poderes directos de los nuevos señores y, por tanto, y en este sentido, un avance hacia un nuevo feudalismo.
Así que, curiosamente, uno de los principales terrenos de lucha para una salida positiva de la crisis económica y social sería el político (no el partidista, ni electoralista, claro está): la autoorganización de lxs descontentxs, su creciente presencia y su creciente combatividad para hacer viable otra salida a la crisis más acorde con los intereses generales y de la tierra.

Y esta es la segunda reflexión (y la última, por hoy): ¿Qué podría favorecer, qué podría dificultar este proceso de autoorganización y lucha?.
Me parece que las bases, en algún sentido, están. Todo lo que fue y es movimiento antiglobalización o, mejor, altermundialista, puede reverdecer y hay síntomas (en este preciso momento) de que así está siendo. La pata débil es lo local o zonal: hay pocos sitios donde el movimiento altermundialista consiguió unas estructuras reales estables (basadas en grupos reales, con conocimiento directo, cierto aprecio y cierta confianza) que sobrevivan. Por tanto, esa sería una de las primeras conclusiones: necesitamos crear o recrear estructuras próximas (locales o zonales) reales... y redes reales de grupos reales. Si lo único real son las grandes movilizaciones... estamos flotando, separados del suelo, sin raíces.
Pero hay grandes obstáculos para la creación de estos grupos de base. Tienen que ver, en muchos casos, con el sectarismo... en todas sus formas. Una de las más obvias es la instrumentalización (o, mejor, su intento) de estos grupos y estas luchas. Aquí las personas son muy importantes, sus niveles de cambio de mentalidad, independencia y coherencia... pero algunas organizaciones no han roto, en mi opinión, suficientemente con sus actitudes partidistas y electoralistas y mezclan continuamente sus particulares necesidades de "salir en los medios", de recuperar "presencia pública", de "sobrevivir", con el objetivo insuficientemente asumido de generar autoorganización igualitaria y horizontal. Me parece increíble que, en la práctica, se convierta una manifestación unitaria por una salida anticapitalista a la crisis (Mérida, 28 de marzo) en una aparente manifestación del PCE (por el abultado número de banderas, por algunas consignas...) y que no se vea hasta qué punto eso es un "suicidio" y, desde luego, un obstáculo a la confianza necesaria para esa autoorganización igualitaria y horizontal. No se trata de darle demasiada importancia a las banderitas, ni de impedir la "libertad de expresión", se trata, desde el máximo respeto, de darle importancia, mucha importancia, a la construcción y reconstrucción continuas de la confianza.
El otro modo de sectarismo es también, en mi opinión, infravaloración del trabajo conjunto, pero en otro sentido, en el de autoexcluirse del proceso colectivo cuando éste no se ajusta a la propia manera de ver o de hacer o de pensar. Dicho de otra manera, la incapacidad para los acuerdos de mínimos. Tal vez se trata de valorar que todos los acuerdos de mínimos son una especie de traición o de "impureza". Sin embargo, un acuerdo de mínimos es un acuerdo real y positivo con el que pueden trabajar personas y colectivos diferentes, con objetivos comunes. Nada de lo que hay en el acuerdo de mínimos debería ser inaceptable para ninguna de las partes, pero ninguna de las partes puede pretender que en ese acuerdo se recoja todo lo que propone o quiere o ve como necesario.
Deberíamos ser capaces de trabajar conjuntamente personas que procedemos de ideologías diversas sintiéndonos todas respetadas, en nuestras posiciones y en nuestros procesos. Deberíamos ser capaces de sentirnos parte del mismo movimiento global, plural y diverso, de la misma lucha por otro mundo, compañerxs, en definitiva, de ser suficientemente autocríticos y humildes, de superar todos los dogmas, de aplicar creativamente nuestros criterios a cada situación, de ser flexibles, sin dejar por ello de buscar la máxima coherencia, de escuchar y apreciar, sin dejar de ser claros y directos.

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